Las enmiendas
Los acuerdos de esta madrugada intentan remediar una deficiencia estructural de la Eurozona. Me temo que otro bloguero, Nuño Rodrigo, la ha definido con una brillantez y claridad que no puedo imitar, pero sí repetir:
“El euro se fundó con pies de barro desde el punto de vista económico. Sin unidad de políticas económicas ni prestamista de último recurso, tres de las premisas sobre las que se fundó la moneda eran, y siguen siendo, incompatibles. A saber, que nadie sale del euro, nadie entra en impago y las deudas no se comparten. En cuanto un país tuvo problemas de calado, como fue Grecia, se hizo evidente que alguna de los tres axiomas fallaría. La incapacidad de los líderes parece conducir a que se cumplan las tres: que alguien salga del euro, que se compartan deudas y que haya impagos.”
¡Magistral! Quien quiera leer el post completo puede hacerlo pulsando aquí.
Los acuerdos adoptados siguen, en líneas generales, lo que anticipaban numerosos medios y también mi último post: limitaciones al déficit público recogidos en las normas constitucionales y un sistema de sanciones, que serán automáticas salvo que se oponga a ello una mayoría cualificada de estados de la eurozona.
Siendo esto lo más sustancial del acuerdo, no quiero dedicarle mucho espacio porque se trata de algo que ya estaba multifiltrado y plurianalizado. Baste con decir que bien está y a otra cosa.
Los remiendos
Más interesantes son los “remiendos,” esto es, aquéllas medidas destinadas a afrontar las tensiones actuales de los mercados de deuda pública. Éstos se resumen en:
- Adelantar a julio de 2012 del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), dotado con 500.000 millones de euros. La cifra definitiva se deja pendiente de una nueva evaluación en marzo de 2012. Asimismo, se modificarán las normas de votación del MEDE para incluir un procedimiento de urgencia, que permite adoptar acuerdos por una mayoría cualificada del 85%
- Aportar 200.000 millones de euros al FMI. La redacción de este acuerdo hace pensar que en los próximos días se anunciarán otras aportaciones, quizá de países asiáticos y emergentes.
En el planteamiento anterior se echa en falta alguna alusión al papel que jugará el BCE en esta crisis. Quizá esta omisión fue reparada parcialmente por una declaración del señor Sarkozy, quien se refirió a la decisión que tomó el BCE el día 8 de diciembre - prestar a plazos de tres años dinero a los bancos de manera ilimitada y con un interés en torno al 1% - en los siguientes términos:
"Gracias a la decisión del BCE, el estado italiano o español podrán pedir a sus bancos que financien una parte de su deuda. Me pregunto si todo el mundo ha comprendido bien la importancia de esta decisión"
Pues eso: parece que no todo ha sido dicho. Algunos acuerdos se han recogido en el pacto presupuestario y otros no. Habrá que ver cómo metabolizan los mercados este nuevo juego de espejos, sombras e ilusiones.
Las rectificaciones
Y llegamos finalmente al turno de las rectificaciones.
Los acuerdos de julio y octubre de 2011 sobre la crisis de la deuda griega preveían que los propietarios de deuda pública - bancos principalmente - debían compartir los costes de un posible impago. Esta decisión, vehementemente impulsada por la señora Merkel, se valora hoy de forma unánime como un error de apreciación y un importante factor de “contagio” de la crisis fiscal.
El nuevo acuerdo establece que los fondos de rescate europeos seguirán las prácticas y principios del FMI, esto es, serán los acreedores prioritarios, pero la UE renuncia a presionar nuevamente al sector privado para que acepte quitas en caso de impago.
Mayorías, minorías y unidades.
Todos sabemos que este nuevo acuerdo es esencialmente una receta franco-alemana, con más kartoffel que foie gras. Estaba cantado, asimismo, que los 17 países de la eurozona lo aceptarían sin mayores dificultades - ¡hace mucho frío ahí fuera! - pero llama la atención que se hayan comprometido a suscribirlo seis países que aún mantienen su propia moneda - Polonia, Dinamarca, Rumanía, Bulgaria, Letonia y Lituania - así como el hecho de que esté abierta la integración en él de Hungría, Suecia y la República Checa, tras consultar con sus propios parlamentos. En resumen: el único país de la UE que ha declarado inequívocamente su voluntad de quedar fuera del acuerdo es el Reino Unido. Como muchos periodistas han señalado, esta decisión recuerda el mítico titular de un periódico británico que abría su información meteorológica anunciando: “Niebla en el Canal, el continente queda aislado.”
El motivo explícito para este desmarque es que no se aceptaron las excepciones propuestas por el señor Cameron al proceso de regulación financiera que apoyaba el resto de los socios comunitarios, que se resumen en: derecho a imponer niveles de capital a los bancos superiores al 9%, garantías de que la Autoridad Bancaria permanecerá en Londres, eliminar la tasa sobre las transacciones financieras del debate y anular la normativa que establece que las operaciones financieras denominadas en euros se realizarán sólo en los mercados continentales (actualmente más del 50% de estas operaciones se realizan en Londres).
No parece razonable que una Unión acoja a socios que reclaman sistemáticamente excepciones. Basta recordar el famoso “cheque británico” que en su momento consiguió la señora Thatcher o la renuncia de Gran Bretaña a adherirse al Acuerdo de Schengen. Creo que el Reino Unido ha conseguido extraer petróleo de estar en la UE, para unas cosas sí y para otras no. Pero no parece que esta cómoda posición vaya a ser posible en el futuro.
En todo caso, dejando aparte los puntos en común y de las discrepancias, por encima de enmiendas, remiendos y rectificaciones, todo se reduce a que estos acuerdos afectarán de forma sensible a nuestro bienestar económico. En los posts de las series FAQs sobre la crisis de la deuda y Eurobricolaje he intentado explicarles lo que estaba sucediendo y aportar alguna idea sobre las posibles soluciones.
Pero, más allá de explicaciones y recetas, parece que ha llegado el momento de la verdad.
Ojalá sea una buena verdad.
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